La idea de compartir el arte con la comunidad circundante, con el barrio, me pareció maravillosa.

La propuesta tenia algunas condiciones que había que respetar:

La obra es para la ochava del edificio sobre la vía pública de Cabrera y Bulnes en la ciudad de Buenos Aires. 

Esta ochava era un rehundido en la pared de 270×140 cm. y unos 20 cm. de profundidad.

Me pedían una obra que ocupara el espacio hasta el filo exterior de ese cajón.

Tenía luces en su interior para aprovechar y no había que taparlos, todo lo contrario, era la iluminación de la ochava en la calle, tenían que seguir cumpliendo la función.

Debía realizar la obra con un material que dentro de lo posible que no fuera banalizado. Y quedamos en hacerlo en hierro.

Trabaje en algunos bocetos hasta que se quedaron con uno. Seguí con mi temática de la Antártida, que me parece lo mejor para una obra pública. Así de esta manera poder seguir difundiendo la otra visión de ese continente tan extremo en todo y tan difícil de acceder. Una visión poética.

Desde los bocetos hasta la instalación fueron varios meses. Trabaje con los hierros de construcción y dulces, chapas, chapas desplegada, alambres como si estuviese pintando. Un hierro o chapa me sugería el resto. Trabajaba con los vacíos y los llenos, con trasparencias y plenos. Y al final unificar todo con el efecto de oxidado envejecido.

Luego llego la instalación, todo bien sin problemas. Con público mirando que hacíamos.

Y lo genial fue algo que no me imaginaba, que no la había pensado. De día se veía genial estaba muy contento, la gente se paraba y se sigue parando para mirarla. Pero de noche con las luces de atrás, la obra parece flotar es magina. De día y de noche son dos obras distintas. Muy satisfecho con esta obra, los vecinos y la empresa también.